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Bibliografia Iberica


Part 1

Page 1


BIBLIOGRAFÍA IBÉRICA
SURESTE DE ESPAÑA
CASTELLAR DE MECA
CERRO DE LOS SANTOS

JULIÁN ZUAZO PALACIOS
ABOGADO
C. de la Real Academia de la Historia.

MADRID, 1919
Imprenta de Blass y Cía., San Mateo


BIBLIOGRAFIA IBERICA

I

Ruinas de Meca, en Ayora (Valencia)

        Se ignora hasta el presente qué razas habitaron nuestra península durante la prehistoria. Los primeros datos mezclados con fábulas, aparecen en el siglo VI al describir su viaje HECATEO DE MILETO, fuentes en las que fundó HERODOTO sus noticias de la población ibérica. Posteriormente MARCIANO, ESTRABÓN, JUSTINO, TIMEO PITEAS, POSIDONIO, TÁCITO, PLINEO, POMPONIO MELA, CATÓN, DIODORO DE SICILIA, FLORO, SALUSTIO y otros, entre leyendas, fábulas e historia o geografía, nos relatan algo de nuestros antepasados, hechos y costumbres, que con cierta reserva algunos podemos admitir como buenos, relegando los más al campo de la fantasía.
        Hoy día, pasado de moda el celtismo, se ha dado en llamar Iberos a nuestros primeros indígenas conocidos. De este pueblo poco se sabe a ciencia cierta, carece de literatura e historia, y si algo se va aclarando es debido a excavaciones y exploraciones en las ruinas que nos legaron, y de esperar es que algún día feliz se pueda conocer lo que hasta el presente son sombras insondables.
        En la región del famoso CERRO DE LOS SANTOS, situado en el Cortijo de los Santos (Albacete), en el vecino monte Mugrón de Almansa, se encuentran las huellas de una ciudad que debió ser, a juzgar por sus restos, grande y extensa.
        El nombre de estas ruinas es MECA, nombre que nada nos dice; todos sus caracteres son ibéricos y tal vez son las de más importancia est España.
        En el año 1916 publicamos una Memoria titulada MECA (Contribución al estudio de las ciudades ibéricas), de la que sólo se imprimieron doscientos ejemplares que rápidamente se agotaron, no por el valor del trabajo, sino por la curiosidad que despertó la materia tratada. Esta Memoria no pretendió ser otra cosa que un avance somero e imperfecto del libro que con posterioridad se escribiese sobre asunto tan interesante; pero para ello era preciso hacer grandes excavaciones y descubrir los cimientos de la ciudad enterrada; particularidades de familia y la terrible epidemia gripal lo impidieron hasta ahora. Estamos convencidos de que el estudio de MECA aportará grandes luces al problema ibérico, y por esto lo consideramos de singular importancia.
        Hemos obtenido por Real Orden autorización para practicar excavaciones en MECA, pero tememos no llenar por completo la misión que intentamos emprender, y por ello, en busca de colaborador más docto y con más conocimientos que los nuestros, creemos oportuno publicar de nuevo la bibliografía de MECA y ver si de este modo logramos despertar el interés de un excavador que nos quiera ayudar en obra tan meritoria.
        No dudamos que la excavación metódica en MECA será suceso mundial y su estudio pasará a la historia, pues repetimos que juzgamos estas ruinas ibéricas las más importantes de España.
        Para una excavación metódica y en gran escala, hacen falta ciencia y dinero.
        Ambas cosas buscamos, aunque dispuestos, en caso de no encontrar ni una ni otro, a hacer la excavación por nuestra propia cuenta, por juzgarlo um deber de patriotismo, pues cada uno está obligado, según sus fuerzas, a contribuir al esclarecimiento de nuestro pasado glorioso, el más grande de Europa por la diversidad de culturas que se desarrollaron en nuestro solar.
        Los escritores clásicos no hablan de ciudad ibérica que se pueda atribuir a MECA.
        En los cronicones e historias de la Edad Media tampoco se encuentran noticias de ella.
        Las relaciones mandadas hacer por FELIPE II nada dicen. En las de Alpera (I), fué olvidada y no existen las de Ayora, Almansa y Cofrentes, según puede verse en Las relaciones Histórico-Geográficas de los Pueblos de España, hechas por orden de Felipe II. Relaciones cuyo índice ha sido publicado por el sabio Agustino P. MIQUÉLEZ.----Madrid. Imprenta Helénica, 1915.
        GASPAR ESCOLANO. Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reino de Valencia.
        ANTONIO JOSÉ CAVANILLES.---Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reino de Valencia.---Madrid, 1795 y 1796. Dos tomos.
        JUAN LOZANO. Conónigo de la Iglesia de Cartagena, Batistania y Constestania del Reino de Murcia, 1794 (Disertación III. Capítulo III. Pág. 8. MECA, HOY ALMANSA.
        CEÁN BERMUDEZ. Sumario de las antigüedades romanas que hay en España. Madrid, 1823. Pág. 45. ALMANSA, CIUDAD DEL REINO DE MURCIA. Pág. 70. COFRONTES, VILLA DEL REINO DE VALENCIA. Pág. 91. MECA, MONTE QUE DIVIDE EL REINO DE MURCIA DEL DE VALENCIA.
        PASCUAL MODOZ. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España. Tomo XI. Pág. 328. MECA (PUNTAL DE).
        ARTHUR ENGEL. Rapport sur une mission archéologique en Espagne. 1891 en Nouvelles Archives des Missions Scientifiques et littéraires, tome III. 1902. París. Tiranda aparte en 1903, pág. 75. Grabados.
        PIERRE PARÍS. Essai sur l'art et l'industrie de l'Espagne primitive. París, 1904. Tomo II, págs. 7 a 15 y grabados.
        Pascual Serrano. Crónica de la provincia de Albacete, por D. JOAQUÍN ROA Y EROSTARBE. Tomo II, pág. 355. Albacete, 1894.
        JOSÉ SABATER. En la crónica anterior se publica una relación dirigida a PASCUAL SERRANO en forma de nota.
        MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO. Historia de los Heterodoxos Españoles. Tomo I, pág. 393. Madrid, 1911.
        PEDRO BOSH Y GIMPERA. Problema de la Cerámica Ibérica. Madrid, 1915. Pág. 17. Grabados.
        JULIÁN ZUAZO Y PALACIOS. MECA. (Contribución al estudio de las Ciudades Ibéricas.) Madrid, 1916.
        F. ALMARCHE VÁZQUEZ. Antigua Civilización Ibérica en el Reino de Valencia. Valencia, 1918.
        EDUARDO DÍAZ LLANOS. Apuntes sobre la Tierra y el Hombre. Huelva, 1918. Pág. 338 a 342.

ESCOLANO

        «Esta montaña es redonda por abajo, y por arriba remata en figura de una tajada de melón abierta hacia Levante, y de tal forma, que parece hecha a mano. No tiene otra subida que una sola por parte de Ayora, y ésta muy difícil, y que dos hombres podrían defender su entrada, porque por un camino angosto que abrieron con picos se camina hasta un portillo, hecho también en la misma peña, como puerta de fortaleza, y por él se entra a lo alto del monte, en cuya cumbre se extiende una gran llanura de un cuarto de legua con pocos árboles y matas y toda ella con muchísimos vestigios de casas y de que en los siglos pasados había grande e inexpugnable población. Tiene hoy día su muro de piedra tajada con más de tres estados de hombre de alto, y dentro se ven más de 300 silos y aljibes, y algunos tan largos como la Lonja y Casa de Contratación de Valencia, y el que menos tiene llega a cuatro o cinco varas en cuadro. En lo más alto había una fuerte torre de extraña hechura, que ella misma pregona haber sido fábrica de romanos; pero la codicia de los hombres ha podido más que el tiempo, porque con haberse escapado de sus manos casi entera hasta nuestros días, no ha podido de las de los hombres, según que a la fama de que hallaba en sus nacimientos diferentes monedas de todos tiempos y naciones no le han dejado hueso sano.»

CAVANILLES

        «Es también recomendable el monte Meca por los monumentos que conserva de población y fortaleza antigua. Nuestro Escolano los describió según debían estar entonces, o acaso según lo informó alguno de imaginación exaltada. Yo solamente he visto lo siguiente: A dos terceras partes de la altura del monte empieza un canal o camino de más de cuatrocientas varas excavado en la peña en latitud de diez pies y algo más de doce de profundidad; muda dos veces de dirección para suavizar la cuesta, y así prosigue hasta la cumbre. Es regular que empezase el camino en la raíz del monte, porque aún se conservan algunos trozos menos profundos en las inmediaciones de la fuente llamada de la Meca. En la excavación superior se ven a trechos varios agujeros en los muros del foso, que podían servir para formar barreras con algunos maderos que pudieron introducir para interrumpir el paso. Terminado el canal de la cumbre, empiezan inmediatamente los monumentos del antiguo pueblo. Vense hasta cuarenta aljibes excavados en la peña, los más de veinte pies de largo y algunos de sesenta. En casi todos ellos las paredes, hechas a pico, están perpendiculares; en algunos, algo inclinados, distando entre sí más de la parte superior que de la base. En uno de los ángulos formaron escalones de la misma piedra para bajar al fondo, cubierto hoy día de escombros y de maleza, y enteramente secos, a excepción de dos que contenían agua. En ninguno de estos aljibes se conserva vestigio alguno de la bóveda que debió cubrirlos. En las inmediaciones de cada uno de ellos se ven muchos surcos que, en declive, se dirigen hacia ellos, excavados sin duda para que las aguas tomasen la correspondiente dirección y para impedir que se derramasen por el monte. Estos surcos desvanecen las dudas que podría haber sobre el destino de aquellas piezas subterráneas. La multitud de ellas y la grande capacidad de algunas, en particular de la llamada el Trinquete, por parecerse en sus dimensiones a un juego de pelota, prueban que había mucha escasez de agua en todo el monte y que eran muchos vecinos en aquel pueblo, lo cual parece asimismo probar innumerables ruinas que existen en aquella altura, por un cuarto de legua. A más de los sitios destinados, al parecer, a fortalezas, de las que persisten muros y sillares, se advierten trozos de paredes, unas largas y alineadas para formar colles y otras para separar las casas y habitaciones. No muy lejos de los aljibes, hacia la altura, se ven recortes y excavaciones de las que el vulgo finge cuadras y pesebres para caballos, pudiendo ser las canteras de donde sacaban piedra para las fábricas. Entre las ruinas hallé muchos fragmentos de barro fino roxo, cuyas superficies estaban tersas y como barnizadas. En ésta observé trozos y dibujos más encendidos, pareciéndome dichos fragmentos de ollas, platos y cántaros, habiendo visto aún las asas en algunos. El color que presentaron las fracciones fué, en unos, el mismo rojo que se veía en lo exterior, y en otros, el pardo parecido a la tierra de quitar manchas: todos eran duros y de un grano muy fino. También hallé varias monedas de las romanas, y una de cobre de las llamadas celtibéricas.»

JUAN LOZANO

        «Meca, hoy Almansa. Los naturales de Almansa hablan en el día como una cosa positiva de su antigua ciudad bajo el nombre de Meca. La suponen situada en un monte vecino, aunque más vecino de Alpera. El nombre de Meca es propio de los árabes. Tienen la suya en Arabia. Jamás se olvidan de ella, porque se acuerdan de Mahoma. El sitio de nuestra Meca arroja diferentes antigüedades: ya de sepulcro, ya de cisternas y estanques, que propiamente son excavaciones del peñasco sin necesidad de argamasas ni otros auxilios. Se hallan también monedas arábigas. Si al mismo tiempo aparecen romanas, cascos de Sagunto, una u otra inscripción latina, debería reputarse por ciudad, primero romana y con distinto nombre de Meca; pues ninguna bajo este nombre fundaron los romanos. Sucediendo a éstos los godos, como a los godos los árabes, fácil es conocer que la bautizaron a su modo, o por ser naturales de Meca los pobladores, o descendientes de aquellos naturales; o mejor por devoción a su falso Profeta. Es cierto, a lo menos, que extinguieron el nombre de algunas ciudades y ríos para denominarlos a su gusto.
        Hasta aquí tenía escrito, cuando un motivo de respeto me transfirió a la ciudad de Almansa, en donde por informes específicos he colegido que esta población existió durante el dominio romano.
        Sobre las excavaciones de peñascos, están visibles ruinas de argamasa; y las monedas romanas se recogen actualmente: dos tengo a mano, ambas del Imperio bajo. La una cuenta sobre mil seiscientos años. Es del Emperador Cómmodo: M. COMMODUS ANT. BRIT. o Marco Cómmodo Antonio Británico, así nombrado por sus triunfos sobre la gran Bretaña. La otra es de Licinio: IMPLICINIVS. AVG. o Imperator Licinius Augustus.
        Los moros, enemigos declarados de la idolatría hasta el exceso de superstición, no lo eran menos de estas monedas por las efigies grabadas que tanto abomina el Alcorán. Quedaron, pues, entre ruinas para que éstas con ellas indicasen desde luego un pueblo Romano. En suma: tiene vestigios de casas, muro de piedra tallada, 300 cisternas y silos. Torre al gusto romano, cuyo vestigio subsiste y fué arruinada ha más de 150 años. Se han recogido monedas de plata y oro. Escolano vió la muy grosera con peso de nueve onzas, cabeza de Jano y llave al reverso. Fué acuñada por los romanos, según Plinio, durante la segunda guerra púnica, y más de doscientos años anteriores al Mesías.
        Esta ciudad en cuanto Meca sólo puede contar la antigüedad de 1.000 años con poca diferencia, atendiendo como se debe a época de la irrupción Arábiga sobre nosotros, y a los años que necesitaron para establecer sus cosas.
        Algunos historiadores suponen ciudad más antigua que Meca en el territorio de Almansa; pero sin pruebas geográficas, fuera de las que arroja el territorio.»




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